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La guerra comercial entre EEUU y China sigue preocupando a los inversores por ser uno de los principales obstáculos para el crecimiento económico en 2019. En los últimos meses, la imposición de aranceles, y las tensiones entre ambos países, han trastornado el buen funcionamiento de las cadenas de suministro y de los flujos de comercio internacional, ralentizando, en consecuencia, la marcha de la economía mundial. Tras la última cumbre del G20 en Buenos Aires, a principios de diciembre, Trump y Xi acordaban darse una tregua, de 90 días, en las hostilidades e iniciar negociaciones bilaterales. El trascurso de las negociaciones, en las últimas semanas, ha generado un nuevo clima de esperanza en el desbloqueo de las relaciones comerciales.

En la actualidad, al parecer, los negociadores de ambos países estarían ya elaborando seis memorandos de entendimiento sobre cuestiones estructurales clave: transferencia forzada de tecnología y robo cibernético; derechos de propiedad intelectual; apertura del sector servicios; política cambiaria; agricultura; y barreras no arancelarias al comercio. Además, parece ser que estos memorandos incluyen una propuesta de China de comprar $30 mil millones adicionales al año de productos agrícolas de EEUU y reducir en un 20% anual el déficit comercial en los próximos 5 años.

La expectativa de acordar y firmar dichos memorandos resulta alentadora y representa, en sí misma, el avance más notable hasta el momento. Y, sin embargo, los inversores no se hacen ilusiones, ya que la complejidad de los temas tratados resulta de difícil resolución en el corto plazo.  Es probable, por tanto, que, en realidad, estemos más cerca del inicio de unas negociaciones genuinas, reales, que de alcanzar un armisticio que represente la solución final y establezca un marco justo y estable de relación entre las dos economías.

 

Can pandas fly?

A juicio de la revista The Economist en el artículo Can pandas fly?, hay un consenso amplio en que el modelo de capitalismo de estado chino -que canaliza capital barato hacia empresas estatales, intimida a las empresas privadas y viola los derechos de empresas extranjeras- hace de China un mal socio en el comercio internacional y una amenaza para la seguridad global.

Desde que el presidente Xi tomó el poder en 2013, el Estado chino ha endurecido el control sobre la economía. Con Xi, la participación de las empresas públicas en el crédito bancario ha aumentado del 30% al 70% y la participación del sector privado en el conjunto del PIB se ha estancado. Los recursos estarían siendo absorbidos en proyectos inútiles y por empresas estatales ineficientes, ralentizado, en consecuencia, el crecimiento de la productividad.

Según The Economist, para lidiar con la hostilidad en el extranjero y la debilidad en el país, el presidente Xi debería implementar distintas reformas estructurales: que limiten el papel del Estado en la asignación de los recursos de capital; liberalicen el funcionamiento de los bancos y los mercados financieros y permitan la quiebra de empresas públicas fallidas; liberalicen la inversión en el exterior de modo que los precios de los activos reflejen la realidad.  Dichas reformas -suponiendo que los osos panda puedan volarimpulsarían un mejor desempeño de la economía china y una recepción menos hostil en el exterior.

 

Fernando González Cantero

Presidente de PBI Gestión Agencia de Valores

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