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 Los distintos indicadores confirmaban en enero un sólido crecimiento global que se espera que vaya ganando fuerza y, posiblemente, toque techo en 2018. Además, pese a que una combinación de factores mantiene todavía la inflación baja, se espera que repunte, avivada por el crecimiento sincronizado y por la ausencia de holgura en los mercados de trabajo.  En dicho contexto, los bancos centrales están ya anunciando medidas para poner término a las políticas monetarias expansivas. El grueso de la relajación cuantitativa (QE) global se espera, pues, alcance su cima a mediados de año. Ciertamente, la inflación es el riesgo a temer, el comodín que puede acelerar o retardar el proceso de ajuste de las políticas monetarias y de los tipos de interés. Los bancos centrales tienen la última palabra.

Varios años de políticas de relajación cuantitativa, QE, han conducido los precios de los activos financieros a niveles abultados que se juzgan por encima, o muy por encima, de su situación de equilibrio y que, por tanto, representa un lastre para las expectativas de rendimiento. Ello, no obstante, la fortaleza del ciclo macroeconómico debe favorecer el crecimiento de los beneficios y la disminución de las tasas de quiebra.  Y, por ende, debe favorecer los mercados de acciones y de crédito.  De forma acompasada, el final de las políticas monetarias expansivas, aunque muy gradual, debe ir llevando a la deuda pública a valoraciones más razonables, con un repunte de las rentabilidades.

Los mercados de valores muestran valoraciones bastante estiradas para la etapa actual del ciclo económico, especialmente la renta variable americana. En efecto, la renta variable americana estaría cara en términos de cualquier métrica que se aplique incluyendo los ratios precio/beneficio o precio/ flujos de caja. La situación es más favorable para la renta variable europea, para la japonesa y para la de mercados emergentes, ME; ya que, éstas últimas cotizan con múltiplos que, aun siendo elevados, resultan totalmente compatibles con las valoraciones vistas en anteriores ciclos de expansión económica. Por todo ello, no parece razonable esperar una subida de los precios de los activos de riesgo basada en un mayor encarecimiento o expansión de múltiplos. El impulso ha de venir, por tanto, del crecimiento de los beneficios empresariales como factor clave para el alza de los índices de renta variable.

Un vistazo a la tasa de crecimiento anual de beneficios para los principales índices bursátiles revela que las acciones de los ME y japonesas disfrutan del impulso más fuerte en los benéficos, con tasas de crecimiento del 25% y 19% respectivamente. Las de EEUU, Europa continental y Suiza estarían creciendo a tasas del 9-10%.  Somos, por tanto, todavía testigos de crecimientos sólidos de beneficios en los principales mercados de valores que validan el acelerón de los mercados en el mes de enero.

Tema aparte es la euforia, que traslucen las «encuestas de sentimiento de mercado» entre los inversores americanos, que ha estado disparada en las últimas semanas y que podría interpretarse como una señal de venta.  Banco Safra Sarasin señala que las lecturas de sentimiento exuberante han demostrado no ser herramientas fiables para ayudar con el “timing” de mercado, y que el sentimiento de euforia puede persistir por largos periodos de tiempo en paralelo con un mercado alcista de acciones.  Según Safra, los últimos picos de mercado en los años 2000 y 2007 fueron de la mano de volúmenes récord de operaciones de fusiones y adquisiciones, M&A. Los volúmenes actuales de operaciones M&A, de acuerdo con Safra Sarasin, no anticipan un próximo pico de mercado, aunque la reforma fiscal en EEUU es probable que alimente la actividad de M&A en los próximos trimestres.

 

Fernando González Cantero

Presidente de PBI Gestión Agencia de Valores

 

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