La evolución económica global continúa estando condicionada por el progreso, y la evolución, de la pandemia del Covid-19. Sin embargo, la actividad global muestra un creciente, y elevado, dinamismo. Lo que sería reflejo, por un lado, de que los gobiernos vienen relajando las medidas de contención: a medida que se acelera la vacunación y se reducen las muertes y hospitalizaciones por el virus. Y, también sería reflejo, por otro lado, de que los agentes económicos habrían desarrollado una notable capacidad de adaptación a las limitaciones impuestas por la pandemia.
En la actualidad, aun cuando el covid-19 se sigue propagando por algunos países como India y Brasil, los países desarrollados tienen la situación bastante controlada y estarían al borde de lo que podría devenir en un boom económico posterior a la pandemia. Distintas casas de análisis calculan que la economía de EEUU crecerá más del 6% este año, al menos cuatro puntos porcentuales más rápido que su tendencia antes de la pandemia. Y, para el resto de los siete países más ricos, del G7, se esperan crecimientos entre el 3% de Japón y el 5,8% de Francia. Crecimientos que triplican la media tendencial de los últimos años. Tal aceleración sincronizada de las economías principales resulta poco habitual, y no habría sucedido desde el boom de la posguerra en la década de 1950.
La situación es tan desconocida que, según The Economist, los economistas estarían recurriendo a la historia para dar sentido y fundamentar las previsiones. El análisis histórico mostraría que, tras períodos similares al actual, de perturbaciones no financieras masivas, como guerras y pandemias, las economías se recuperan con fuerza. Y, además, el análisis histórico ofrecería tres enseñanzas adicionales: la primera lección, sería que si bien las familias estarían dispuestas a salir y gastar tras la pandemia, persistiría una cierta moderación ante la incertidumbre residual; la segunda lección de la historia, sería que las crisis incitan a las personas y las empresas a probar nuevas formas de hacer las cosas, lo que modificaría la organización y estructura de las economías; y, la tercera lección que, al igual que tras la pandemia de colera de 1830, descrita en “Los Miserables” de Victor Hugo, a menudo a la pandemia le seguiría un periodo de agitación política, con consecuencias económicas impredecibles.
En efecto, al igual que en pandemias anteriores, si bien durante el último año de Covid-19 el ahorro de los hogares aumentaba intensamente a medida que desaparecían las oportunidades de gasto. Una vez que la vida vuelve a la normalidad el gasto aumenta lo que impulsa la recuperación del empleo, pero, a pesar de algunas comparaciones con “los locos años 20”, no hay mucha evidencia histórica de excesos en el consumo. Un documento reciente de Goldman Sachs estimaba que en 1946-49 los consumidores americanos gastaban solo alrededor del 20% de sus ahorros excedentes durante el periodo de guerra.
La segunda gran lección de los auges posteriores a las pandemias, y otras catástrofes, se relaciona con el «lado de la oferta» de la economía. Los historiadores creen que la peste negra del siglo XIV hizo que los europeos se hicieran más aventureros. Un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU, publicado en 1948, encontraba que el número de nuevas empresas se disparaba a partir de 1919, tras la llamada gripe española. Hoy en día, la formación de nuevas empresas estaría aumentando, una vez más, ya que los empresarios tratarían de cubrir las carencias en el mercado.
Otros estudios han establecido un vínculo entre las pandemias y el uso de tecnologías que ahorran mano de obra. Un documento de investigación del FMI analiza varios brotes recientes de enfermedades, incluidos el ébola y el SARS, y encuentra que «las pandemias aceleran la implantación de robots, especialmente cuando el impacto en la población es severo”. La década de 1920 fue una era de rápida automatización en EEUU, especialmente en la operativa de las compañías de teléfono.
Sin embargo, el que la automatización pueda reducir la oferta de puestos de trabajo es otro asunto distinto. Algunas investigaciones sugieren que, de hecho, a los trabajadores les va mejor después de las pandemias. Un artículo publicado el año pasado por el Banco de la Reserva Federal de San Francisco señalaba que los salarios reales tienden a subir. En algunos casos, esto se debe a que la enfermedad sacrifica muchos trabajadores, dejando a los supervivientes en una posición de negociación más fuerte. En otros casos, sin embargo, el aumento de los salarios es producto de cambios políticos.
En efecto, la tercera gran lección de los auges históricos posteriores a grandes catástrofes es que, según The Economist, traen aparejados cambios sociológicos. Eso parece estar sucediendo en la actualidad: los partidos gobernantes en todo el mundo se muestran menos interesados en reducir la deuda pública o evitar la inflación, que en reducir el desempleo. Y, un reciente artículo de tres profesores de la London School of Economics también señala que el covid-19 ha hecho que los europeos sean más contrarios a la desigualdad.
Estos cambios en la opinión pública, en algunos casos, han devenido en desordenes políticos. Las pandemias exteriorizan y acentúan las desigualdades preexistentes, lo que lleva a quienes están en el lado más golpeado a buscar una compensación. Según un estudio, el ébola, en 2013-16, aumentó la violencia civil en África occidental en un 40%. Una investigación reciente del FMI, que analiza el efecto de cinco pandemias -incluidos el Ébola, el SARS y el Zika, en 133 países desde 2001- encuentra que condujeron a un aumento significativo de los desórdenes sociales. Y, que dichos desordenes, alcanzaban un punto álgido dos años después del final de la pandemia.
Fernando González Cantero
Presidente de PBI Gestión Agencia de Valores