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A principios de mes, las declaraciones de Jerome Powell anunciando el cambio de actitud de la Fed de paciente a neutral, y las posteriores de Mario Draghi en el foro de banqueros centrales de Sintra –necesidad de nuevas medidas de estímulo– calentaban el ambiente y centraban el foco de atención del mercado en las autoridades monetarias.

Sin embargo, de las distintas reuniones de bancos centrales no resultaba ningún cambio real en las distintas políticas: ni la Fed, ni el BCE, ni el Banco de Japón o el Banco de Inglaterra tomaban nuevas medidas. Coincidían todos, no obstante, en transmitir el mismo mensaje: mostrarse sensibles ante los riesgos geopolíticos sobre el comercio global y una disposición a volver a relajar (o relajar aún más) las políticas si fuera necesario.

La reacción de las bolsas y la renta fija en el mes ponía de manifiesto la magia de las promesas de tipos más bajos y políticas más expansivas. Los activos de riesgo le daban una lectura muy favorable con un comportamiento muy positivo tanto de la renta variable como del crédito, que revertía las caídas del mes anterior. Los bancos centrales coincidían en que el riesgo principal para el escenario económico se deriva de los conflictos comerciales y, en especial, del contencioso de las dos mayores superpotencias. Por su parte, la decisión del presidente Trump de posponer la escalada total de aranceles y su deseo de mantener un encuentro con el presidente chino Xi Jinping –coincidiendo con la reunión de países del G20 a finales de mes– abría una ventana de esperanza de desbloqueo en el contencioso bilateral.

El sábado día 30, al término del G20, el presidente Donald Trump anunciaba en rueda de prensa que había acordado con el presidente chino reanudar las negociaciones y que se abstendría, por tiempo indefinido, de imponer aranceles adicionales a las importaciones chinas.

Como señal de buena voluntad de las partes, Trump informaba de que China compraría una “gran cantidad” de productos agrícolas americanos y el gobierno Chino se adelantaba y reanudaba la compra de 544 toneladas de soja por un importe de $200 millones. Las empresas americanas podrían reanudar las ventas de componentes a la empresa china Huawei Technologies. Trump anunciaba, por su parte, que su gobierno se reunirá en breve para estudiar si saca a Huawei de la lista negra de empresas que tienen prohibido la compra de componentes y tecnología de compañías americanas sin la aprobación del gobierno.

La decisión de Trump del mes pasado de prohibir las ventas de componentes a Huawei representaba una escalada importante en su enfrentamiento con Pekin. Todavía no está claro si lo que ha anunciado Trump es un cambio total. Si lo fuera, sería una concesión significativa por parte de los EEUU a una empresa que, según Washington, es una amenaza para la seguridad nacional. En tal sentido, no hay que menospreciar la labor de lobby de muchas tecnológicas americanas perjudicadas en sus cadenas de producción y en sus cuentas de resultados por la medida.

El diplomático chino Wang Xiaolong comentaba «por supuesto, daremos la bienvenida a esto si esas palabras se ponen en acción». Huawei era más expresivo en su cuenta de Twitter: «¿Giro de 180 grados? ¡Donald Trump sugiere que permitiría a Huawei comprar una vez más tecnología de EEUU!

En esta ocasión –y a diferencia de la tregua a la que llegaron los dos líderes en diciembre–, Trump no establecía un calendario para las conversaciones con China, señal de que puede ser difícil para las dos partes abordar grandes brechas en temas estructurales como la propiedad intelectual. En cualquier caso, la reanudación de las conversaciones y el hecho de acordar una pausa sobre la imposición de más aranceles se considerarán, a corto plazo, positivos para los mercados en general y para las empresas americanas en particular.

Pero, no obstante la exhibición de ramas de olivo en son de paz, Trump aún mantiene mucha presión sobre Pekín y sobre la propia Huawei. La Administración Americana mantiene un decreto vigente que prohíbe a las empresas americanas la compra de equipos de telecomunicaciones chinos y restringe el acceso de China a la tecnología americana en áreas como la inteligencia artificial y la robótica. Trump también mantiene todos los aranceles a la importación que ha elevado en las últimas semanas y que afectan a más de la mitad del comercio de mercancías entre los dos países.

Un acuerdo que elimine la mayor parte de los aranceles y ponga a China en el camino de la reforma de su economía es ahora mucho más difícil, por la propia escalada de tensión en los últimos dos meses. La guerra comercial está ocasionando graves consecuencias negativas para los dos, con aranceles muy altos en vigor y la amenaza de nuevos aranceles. Ambos países han incrementado su rivalidad tecnológica, en la creencia de que la alta tecnología determinará quién dominará la futura economía global y el poder militar. La desconfianza entre ambos países va a ser difícil de superar. Y, sin embargo, en honor a Trump, el movimiento el sábado para ceder terreno a Huawei, y el propio encuentro por sorpresa con el líder norcoreano Kim Jon-un, se suma a la fama de que «Trump prefiere cerrar tratos que comenzar guerras”. Algo bueno tiene que tener tanta sinrazón populista, ¡esperemos!

Fernando González Cantero

Presidente de PBI Gestión Agencia de Valores

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