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En el último informe de Actualización de Perspectivas, el FMI rebajaba sus previsiones para la economía global y señalaba que los riesgos ante una desaceleración más pronunciada van en aumento.  Los comentarios de líderes empresariales en el Foro de Davos añadían leña a los recelos ante la desaceleración económica.  Los datos de Eurostat, publicados el 31 de enero, confirmaban la desaceleración de la economía de la Eurozona, con un crecimiento que se mantenía en el 0,2% en el cuarto trimestre.  Las últimas encuestas de clima empresarial situaban la manufactura alemana y los servicios franceses en terreno contractivo.  El crecimiento chino en 2018 resultaba ser el más débil desde 1991. La actividad manufacturera se contraía en China por segundo mes consecutivo. Y, por último, en EEUU el cierre parcial de la Administración, se estimaba que podría, ya, haber mermado en cuatro décimas al crecimiento del primer trimestre.

Y, sin embargo, las Bolsas y los mercados de renta fija rebotaban con fuerza en enero ante una mejora notable en el sentimiento del mercado. Este giro en el sentimiento de los inversores descansaría sobre cuatro pilares: el avance en las conversaciones comerciales entre EEUU y China; el esperado giro en la política de la Fed; la expectativa de buenos resultados empresariales y la confianza en la eficacia de las medidas del Gobierno chino para frenar el deterioro de su economía.

La principal cuestión para los inversores es si el actual bache de crecimiento será pasajero, como así ocurrió en  2011, en 2013, a mediados de 2015 y a principios de 2016, o si devendrá en una recesión.

En agosto de 2011 EEUU perdía la calificación crediticia de triple A, lo que empujaba las bolsas a la baja y causaba una ampliación de los diferenciales de crédito. En 2012, en el punto álgido de la crisis de la Eurozona, la amenaza era sobre la estabilidad financiera.  En 2015, el principal foco negativo era la desaceleración del crecimiento chino y la inestabilidad de su divisa. En todos los casos, el impulso se recuperaba mediante medidas, o garantías ofrecidas, por los Bancos Centrales o los Gobiernos.

Sin embargo, la principal diferencia entre la situación actual y los anteriores episodios de pérdida de impulso, posteriores a la crisis financiera de 2008, es el cambio en el sesgo de la política monetaria, que ha pasado de un apoyo máximo a un ajuste gradual.

En cuanto al progreso de las negociaciones comerciales, tanto China como EEUU estarían necesitadas de alcanzar algún tipo de acuerdo antes del 2 de marzo que rebaje la tensión y favorezca el crecimiento. Y, sin embargo, un acuerdo satisfactorio para EEUU sobre temas de calado estructural -respeto a la propiedad intelectual, subvenciones a la industria y acceso al mercado chino- estaría aún distante. De aquí al 2 de marzo el resultado más probable es que se obtengan algunas concesiones de China para reducir el déficit bilateral –compras masivas de soja- y, a cambio, se acuerde una  extensión de la moratoria arancelaria, para seguir negociando un acuerdo más sustantivo. Una posible rebaja de aranceles, mientras se sigue negociando, sería muy positiva.

Se confirmaba el giro en la política de la Fed. En la reunión del 29 y 30 de enero la Fed mantenía, por un lado, sin cambios el tipo de fondos federales en 2,25-2,50% y, por otro, un tono, general, muy moderado. La Fed eliminaba del comunicado el sesgo de endurecimiento -«algunos aumentos graduales más en los tipos de interés”. En su lugar, la Fed manifestaba que sería «paciente, a la hora de determinar qué ajustes futuros serán necesarios». En el plan de reducción de su balance, la Fed estaría «preparada para ajustar cualquiera de los detalles para completar la normalización del balance a la luz de la evolución de la economía y los mercados financieros». En lo que respecta a la evaluación de la situación de la económica, señalaba que la actividad «mejora a un ritmo sólido» en lugar de a un ritmo «fuerte». Además, la Fed señalaba que “los indicadores de expectativas se han movido a la baja en los últimos meses” lo que permite un mayor margen para ser paciente.

Hasta el momento los resultados del 4ºtrim no defraudan. De acuerdo con FactSet, para el 22% de las empresas del S&P500, que hasta ahora han publicado resultados del 4ºtrim, el porcentaje de beneficios por acción, EPS, está por encima de las estimaciones, en el 71% de los casos, similar a la media de los últimos cinco años.  Sin embargo, las empresas, en conjunto, están publicando resultados tan sólo un 3,0% por encima de las estimaciones, lo que está por debajo del promedio de los últimos cinco años.  Combinando dichos resultados con los resultados estimados para las empresas que aún no han publicado, la tasa anual de crecimiento de los beneficios del 4ºtrim se situaría en el 10,9%, lo que representaría el quinto trimestre consecutivo de crecimiento de los beneficios de dos dígitos y, no obstante, la primera vez desde el cuarto trimestre de 2017 que el crecimiento no ha sido superior al 20%.

China reacciona ante la desaceleración con medidas de estimulo. Pese a la alarma causada, las cifras de crecimiento de China en 2018, del 6,4% para el 4ºtrim y del 6,6% para todo el año, se situaban en línea con lo esperado y anticipado por el gobierno chino. En las últimas décadas, la participación de China en el crecimiento mundial –PIB global adicional- ha aumentado del 3% en los años 80 a más del 25%. En los últimos diez años, la participación de China se ha mantenido más o menos constante, aunque la tasa de crecimiento anual de China ha caído desde más del 10% al 6,6% durante el mismo período. La razón es que su economía es simplemente mucho más grande de lo que era. DWS señalaba que China, en esta ocasión, viene actuando sobre el consumo y los servicios. Es decir, actúa sobre la economía doméstica, con las medidas de estímulo actuales, mientras que las compañías extranjeras, en el pasado, solían beneficiarse principalmente de las inversiones en infraestructura y maquinaria.

El crecimiento es previsible que se desacelere este año, pero una caída en recesión aún parece poco probable. Los datos económicos, si bien son más débiles, todavía no apuntan a un estancamiento, y menos a una contracción de la actividad económica. Sin embargo, los obstáculos económicos podrían persistir durante la primera mitad del año.

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